Un grito robó
la ingenuidad silente
al alma niña.
El cuerpo inerte
golpeó las baldosas
de la memoria.
Huyó el culpable
con las manos teñidas
de fresca vida.
La lluvia mostró
a la sangre vertida
la alcantarilla.
Sigue trazada
con tiza la silueta
de mi cadáver.
sábado, 20 de agosto de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)